Hola queridos amigos, bienvenidos a un nuevo encuentro de Cápsulas de Sabiduría. Hoy reflexionaremos sobre la sociedad en la que vivimos a partir de uno de los libros del escritor inglés Paul Brunton.
En lo personal, creo que Paul Brunton tiene una de las plumas más accesibles en lo que a temas espirituales se refiere, con una gran capacidad para transmitir de una manera sencilla conceptos tan profundos y trascendentes. En la decena de libros que escribió presenta las enseñanzas espirituales que fue adquiriendo a lo largo de su vida y que incluyen recorridos por Egipto, la India y los Himalayas.
En uno de sus libros más recordados, La India Secreta, Brunton cuenta su encuentro con una de las personas que más lo influyó espiritualmente, el maestro hindú Sri Ramana Maharshi. El maestro fue quien lo introdujo en la filosofía del conócete a ti mismo, y fue en la colina de Arunachala, el lugar donde vivió el maestro, donde Paul Brunton escribió el libro que analizaremos a continuación.
El libro en cuestión, titulado Un Mensaje desde Arunachala, es una reflexión de la sociedad actual, aplicando el saber del Sí mismo a las diversas cuestiones de la vida moderna: la política, la economía, la religión, la ciencia y las artes. Vamos a ir comentando aquí algunas de las reflexiones del autor respecto a estas cuestiones que mencionamos.
En cuanto a la política, Brunton afirma que seguimos buscando nuestra salvación en el Estado a pesar de que la historia y la experiencia de todos los tiempos, han demostrado que el sendero de la felicidad es personal y solitario. El Estado está constituido por individuos y cada hombre puede mejorar el pensamiento y la conducta de por lo menos un ciudadano, el cual tan a menudo descuida, es decir, de sí mismo. Como vemos aquí Brunton nos invita a dejar de poner el sentido fuera de nosotros y volver de una vez por todas hacia nosotros mismos. En nuestro interior están las respuestas que buscamos afuera.
Por su parte, en el ámbito de los negocios y el comercio actual, uno de los párrafos que más me resonó fue el siguiente: “Cuando advenga una edad más justa, los negocios no serán otra cosa que el arte del servicio a la humanidad. El éxito se convertirá en la recompensa lógica al mejor servicio. La idea actual es: ¿Qué puedo venderle a usted? La nueva idea será: ¿Cómo puedo servirlo? La prosperidad de un hombre o de una firma aumentará en proporción directa al servicio que presten. La fama resultará consecuencia del reconocimiento de la prestación de servicio; no dependerá, como sucede ahora, de la publicidad pagada”. Cuánta sabiduría en esas palabras, ¿no? Todos los negocios giran hoy en torno a la productividad, a vender a cualquier precio, a vender cosas que la persona no necesita. Como cambiaría el mundo si la mayoría de las personas trabajara en actividades que las satisfaga y las colme de alegría. Eso sólo sucederá cuando el foco deje de estar en el beneficio propio; el cambió vendrá cuando la conexión con el cliente, con el otro, vaya desde el Amor. Pasar del qué te puedo vender a cómo te puedo servir.
Bien, en cuanto a la sociedad, Brunton afirma que el mundo es totalmente snob. Se somete servilmente a un título nobiliario, rinde pleitesía al rico sin importar si posee sabiduría o no. Arribistas y trepadores procuran escalar la pirámide de la sociedad contemporánea, sin detenerse a pensar que tal vez su esfuerzo no merezca la pena. Se considera más importante la perfección de la raya del pantalón de un hombre, que la perfección de sus principios morales. Como vemos, todo enfocado en la imagen, en el afuera. Y del Espíritu, del Sí mismo, nada. Estamos en una sociedad construida de tal forma que todo lo exterior, toda la imagen que nos muestra, no es más que una cáscara que oculta el vacío que hay en su interior.
Respecto a la religión, una reflexión interesante que hace el autor es la siguiente: Cualquier casa barata puede ser, para usted, más sagrada que Jerusalén, siempre que sus pensamientos, mientras la habita, sean elevados espiritualmente. La verdadera santidad está en nosotros mismos, no en paredes de piedra y techos de madera. Como vemos aquí, mientras estemos polarizados en el Sí mismo, cualquier lugar donde estemos será sagrado para nosotros.
Por su parte, si vamos al ámbito de las ciencias, el autor nos dice que los juicios intelectuales siempre acarrean dudas y debates, cuando no, la negación total. Sólo es libre y conduce hacia la certidumbre total, la percepción espiritual de las cosas. La súbita iluminación de la intuición, constituye la recompensa espiritual del sabio filósofo y lo exime de las largas y laboriosas maquinaciones del razonamiento. Como vemos aquí, Brunton nos manifiesta que el conocimiento espiritual, el conocimiento trascendente es directo.
En cuanto a las artes, y a la literatura en particular, Brunton afirma que son muy pocos los que escriben para la posteridad; la mayoría lo hace para la prosperidad. Otra vez aquí vemos como el paradigma del dinero y el poder hace que la personalidad esté por encima del Espíritu, tiene más rédito escribir sobre cosas banales que sobre la liberación individual.
Finalmente, en el último capítulo, el autor nos conduce hacia la culminación de la enseñanza del maestro hindú Ramana Maharshi. Toda la sabiduría que edades aún no nacidas puedan jamás ofrecer, se resume en una sola frase: “¡Hombre: Conócete a ti mismo!”. Dentro de todo hombre hay algo infinitamente superior y más grandioso que todo cuanto haya jamás conocido, que todo cuanto haya jamás soñado. Dependemos tanto de la máscara exterior de la conciencia física porque ignoramos la semilla divina que dicha cáscara encierra. Somos nosotros quienes bajamos las cortinas que nos apartan del Yo Superior; por lo tanto a nosotros corresponde el descorrerlas. En algún lugar de la profundidad de nuestro ser habita esta existencia augusta y eterna; es aquí adentro; es el propósito supremo de todo vivir; y mientras insistamos en ignorarlo nuestra condición será realmente patética, pues seremos exiliados involuntarios de nuestro auténtico estado divino. No tenemos la más mínima conciencia del tesoro enterrado que llevamos dentro. Quienes llegan a conocerse a sí mismos son generosamente recompensados. Perciben su dignidad real y saben que ya nunca más sentirán debilidades y necesidades; que el escondido tesoro que han hallado les pertenece por toda la eternidad. Quien procure explorar su interior en busca del Yo Superior, un buen día lo alcanzará.
Bueno, mis amigos, hasta aquí llegamos con el encuentro de hoy.
Hasta la próxima y gracias por escuchar.