Reflexión #060

Reconociendo Nuestra Propia Sombra – Carl Gustav Jung – ¿Qué es la sombra Junguiana?

Hola queridos amigos, bienvenidos a un nuevo encuentro de Cápsulas de Sabiduría. Hoy hablaremos sobre un concepto muy importante a la hora de abordar nuestro proceso de individuación, nos estamos refiriendo al concepto de la sombra.

La palabra sombra hace referencia a una zona de oscuridad, a una zona donde no llega la luz. Siempre se la suele asociar con algo negativo, con aspectos peligrosos y dañinos. Por lo tanto, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de nuestra propia sombra?

Desde un punto de vista psicológico, la sombra de un individuo hace referencia a los rasgos inferiores, incivilizados o bestiales que el Yo consciente quiere ocultar a los demás. Se trata de un aspecto inconsciente de la personalidad, caracterizado por rasgos y actitudes que el Yo consciente no reconoce como propios. De esta forma, esas características inferiores, incivilizadas y animales que están dentro del individuo, son reprimidas por el Yo consciente y terminan constituyendo nuestra sombra.

Podemos decir entonces que la consciencia del Yo, la luz de la conciencia, es compensada por una contraparte inconsciente, la sombra. Según Jung, la misma es aquello que una persona no tiene deseo alguno de ser; sería algo así como nuestro lado oscuro. La manifestación de la sombra, su imagen, puede aparecerse en sueños y fantasías, o bien como una proyección sobre otros. Y algo que remarca Jung, es que esa imagen o manifestación de la sombra tiene una identidad sexual que suele ser del mismo tipo que el del individuo.

Entonces, esa representación psíquica de nuestra personalidad reprimida, convive siempre en nosotros. No es del todo negativa, pero sí inadaptada y primitiva. En definitiva, lo que busca la sombra, como todo lo inconsciente, es ser reconocida por cada uno de nosotros, que sus contenidos se vuelvan conscientes para nuestra propia personalidad. Como decía Jung, esa tarea no es fácil, pero si se le hace frente con sinceridad puede revitalizar la existencia. Se trata realmente de un desafío ético para el Yo, ya que se ponen en juego las bases de lo moral. Reconocer las partes oscuras de nuestra personalidad implica vencer muchas resistencias. Sin embargo, concientizar la sombra es parte indispensable de todo acto de autoconocimiento.

El problema de que la sombra se encuentre reprimida es que como decía Freud, al final, todo lo que se reprime se termina potenciando. Por lo tanto, debemos reconocerla, aceptarla e integrarla como parte de nosotros. No se trata de dar rienda suelta a todos esos impulsos reprimidos sin más, ya que en ese caso terminaríamos siendo devorados por nuestra propia sombra. Caer en todos esos impulsos y rasgos animales no haría más que consumirnos. Lo que debemos hacer es integrar la sombra sin que nos fagocite. ¿Y cómo se logra eso? Reconociéndola, aceptándola, haciéndola consciente pero sin que nos posea. De esa forma, podremos estar más allá de ella.

El ejemplo típico de la convivencia entre el Yo consciente, lo que sería la luz del Yo, y la sombra es el del personaje del Dr. Jekyll y Mr. Hyde; allí se da esa convivencia entre lo bueno y lo malo, entre lo claro y lo oscuro que hay en todos nosotros. Otro ejemplo sería la convivencia entre Fausto y Mefistófeles, donde claramente este último constituye la sombra de Fausto.

Para estar con salud psíquica el Yo debe ordenar y equilibrar los elementos conscientes e inconscientes de la psique, ya que en caso que no lo haga, la persona puede ser fagocitada por la sombra, por la oscuridad. Debemos ser conscientes de la relación que hay entre nuestro Yo y nuestra sombra. Reconocer que la sombra genera un conflicto interno, pero que si lo superamos, nos daremos cuenta al fin y al cabo que eso que no nos gusta del mundo está en nosotros mismos. La única salida está en reconocerlo para finalmente integrarlo como parte de nuestra personalidad.

En algún momento, deberemos confrontar nuestra sombra, todos nuestros miedos, todas esas cuestiones no aclaradas, todo eso que nos hace ruido, todos esos rasgos arquetípicos que nos frenan y nos detienen. Debemos ir más allá de la sombra, más allá de lo arquetípico. Para llegar al núcleo de la luz, no nos queda otra que atravesar nuestra propia sombra. Sólo así podremos llegar a la luz de cada uno de nosotros, al Sí mismo.

Como vimos en el encuentro anterior, además de un inconsciente personal o individual existe también un inconsciente en un nivel colectivo o general. Por lo tanto, para la sombra, además de una dimensión personal, existirá también una dimensión colectiva, es decir, la sombra colectiva, el lado oscuro de la humanidad misma. Ejemplos de ésta se pueden encontrar en cualquier movimiento de masas o agrupación, siendo la Alemania nazi uno de los ejemplos más representativos.

Otro evento significativo que expone a la sombra colectiva fue el lanzamiento de las bombas atómicas. Todo el tema de una guerra nuclear constituye una sombra en sí misma para la humanidad. Otro tema que genera ruido en nuestra época, es el del ateísmo materialista. Sin dudas, se trata de una sombra para la humanidad ya que en esta época no hay nada más arquetípico que eso, donde todo lo espiritual, todo lo trascendente se trata de reducirlo a un mero fenómeno científico.

En definitiva, como parte del camino hacía el Sí mismo, deberemos reconocer e integrar nuestra propia sombra. Y para integrarla deberemos ser nuestros propios jueces. Si nos quedamos bajo la mirada del otro, nunca la integraremos sino que buscaremos renunciar a ella, reprimirla, negarla. La dualidad debe integrarse, es parte de la misma unidad. Debemos integrar nuestra sombra, nuestras tinieblas.

Todo en la vida tiene su costado de luz y su costado de sombra. Todo lo que existe proyecta su propia sombra. No nos queda otra que integrarla a nuestra realidad, es decir, que de algún modo pase a jugar a nuestro favor. Es decir, se trata de integrarla, pero no de cualquier manera, sino de integrarla reconociendo que debe estar subordinada a nuestra propia luz (siempre lo inferior debe estar subordinado a lo superior).

Fíjense que hoy en día se promueve todo lo contrario, que la luz debe separarse de la sombra, que hay que anular a la sombra. Eso es peligroso porque genera una división en la conciencia, una desintegración psíquica. Cuando en realidad no hay que anularla, sino integrarla y que juegue a nuestro favor. La salud está en integrar ambos polos. Transformar el veneno propio de la sombra en alimento. De esta forma, nos posicionaremos en la vida de manera tal que todos los nudos los convertiremos en enlaces, en enlaces hacia nuestra liberación. Ya que de algún modo, podríamos pensar la función de la sombra como necesaria para reconocer la luz.

Hasta aquí llegamos con la reflexión de hoy.

Gracias por escuchar y hasta el próximo encuentro.

Todo en la vida tiene su costado de luz y su costado de sombra. Todo lo que existe proyecta su propia sombra. No nos queda otra que integrar la sombra a nuestra realidad, es decir, que de algún modo pase a jugar a nuestro favor. Es decir, se trata de integrarla, pero no de cualquier manera, sino de integrarla reconociendo que debe estar subordinada a nuestra propia luz (siempre lo inferior debe estar subordinado a lo superior).


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INFO RECOMENDADA PARA ESTA REFLEXIÓN:

Carl Gustav Jung
Sigmund Freud
Libro El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde
Libro Fausto