Hola queridos amigos de Cápsulas de Sabiduría, bienvenidos a un nuevo encuentro. Hoy comenzaremos a analizar los paradigmas actuales de la cultura, los mandatos y arquetipos que rigen esta época.
Antes de empezar, haremos una breve descripción a lo que hacemos referencia cuando hablamos de paradigmas o arquetipos. Un paradigma ó arquetipo es un modelo que sirve como pauta, como referencia para imitarlo; es algo que sirve como ejemplo de perfección, es decir, como un ideal. De esta forma, el arquetipo es una guía para indicar por dónde es el camino, cómo deberían ser las cosas.
Y entonces, ¿cuál es el problema con esto? ¿Cuál es el problema con los paradigmas o arquetipos?
El problema se genera cuando ese ideal, esa referencia a seguir viene de afuera, viene del otro. Cuando nos sometemos a los paradigmas del otro, nos encadenamos a sus creencias, a sus mandatos, a su ley. Y como ya vimos en charlas anteriores, somos nosotros quienes debemos ser nuestros propios jueces, sólo de esa forma seremos libres.
Hecha esta introducción, nos delimitaremos en este encuentro a analizar los principales paradigmas de nuestra época, de nuestra cultura. Los paradigmas más importantes de nuestra época son cuatro: la política, la economía, la religión y la ciencia. Todos ellos actúan como faros que indican a las personas por dónde es el camino. Y cada uno de ellos está centrado, es decir, está enfocado a un verbo particular. El verbo focal de la política es el poder, el verbo focal de la economía es el tener, el verbo focal de la religión es el creer y por último, el verbo focal de la ciencia es el saber. Cada verbo es el foco que ilumina al paradigma en cuestión. En el día de hoy analizaremos el paradigma de la política, y los otros tres paradigmas los iremos analizando en días posteriores.
Entonces, dijimos que el paradigma de la política está centrado en el verbo poder. Todo el discurso de la política actual está armado en torno al poder. Un político, al día de hoy, es una persona que nos dice todo lo que se puede hacer para que seamos felices. Si lo votamos, si lo elegimos, él podrá hacer todo lo que no está hecho, todo lo que falta, en pocas palabras, él tiene la capacidad, el poder, de solucionar nuestra vida. El podrá hacer esto y aquello, ¿por qué? Porque el poder reside en la política.
Sin embargo, a pesar de todas las promesas de turno, la situación social cada vez es más caótica. Regidos por la política y la economía, el mundo ya se debatió en guerras mundiales, crisis financieras y pobreza extrema. Cada político tiene una receta distinta para mejorar la situación mundial, y entonces vamos de los socialistas a los capitalistas y liberales, que soy de izquierda, que soy de derecha, y si no me la juego por ninguno de los dos, soy de centro, y como nada funciona, el anarquismo también termina siendo una opción. Existen una gran cantidad de partidos y movimientos políticos, todos sostenidos firmemente por sus seguidores, pero finalmente ninguno termina dando con la cura de la sociedad. ¿Por qué?
Porque ninguno de los políticos está orientando hacia el Sí mismo, no hay ningún individuo real. La mayoría está devorada por el propio sistema, la ambición corre desenfrenadamente por sus venas en busca de reconocimiento y riquezas. Así, la política se convierte en una maquinaría cuya única finalidad es llegar al poder en busca de esas recompensas transitorias.
¿Y la gente? ¿Y el pueblo?
Bien, gracias. Obnubilada por el dinero, la política se convirtió en un negocio cuando debería ser un servicio, como también debería ser un servicio la docencia y la medicina. La pregunta que se hace actualmente un político es: ¿cómo puedo enriquecerme rápidamente? Cuando la pregunta que debería hacerse es: ¿cómo puedo servir a la sociedad? Como vemos, el esquema está totalmente invertido.
¿Y entonces qué? ¿Cómo nos posicionamos ante esta situación?
Pues bien, dando respuesta desde nosotros mismos, como individuos. El resurgimiento de la sociedad no vendrá de forma colectiva o a través de actos multitudinarios sino a través del despertar del sujeto, del individuo. Hasta que el individuo no tome la antorcha de su propia luz, los frutos de la política serán siempre la opresión, el disgusto y la rivalidad.
¿Y cómo tomamos la iniciativa entonces?
Dejando de buscar la salvación en el Estado. Emprendiendo la liberación individual. Tomando conciencia que todos estos paradigmas, todos estos mandatos, vienen del afuera, del otro. No son propios. Apoyados en la fortaleza del Espíritu, somos nosotros quienes debemos crear nuestra propia realidad, y en función del tema que estamos hablando, somos nosotros quienes debemos crear nuestra propia política. Siempre debemos ser los dueños de nuestra propia verdad.
Bueno, queridos amigos, hasta aquí llegamos con la reflexión de hoy. Seguiremos analizando los otros paradigmas en los próximos encuentros.
Gracias por escuchar y hasta la próxima.