Hola queridos amigos, bienvenidos a una nueva reflexión de Cápsulas de Sabiduría. En el encuentro de hoy hablaremos sobre los conflictos familiares.
Como siempre decimos en nuestros encuentros, la clave para una vida plena y feliz es ser fieles a nosotros mismos; vivir nuestra propia vida. Venimos aquí, a este plano, a dar respuesta. ¿Para qué venimos a dar respuesta? Para retornar al Espíritu, al Origen, a nuestro lugar. ¿Y a qué hay que dar respuesta? A todo lo que viene de afuera: paradigmas, arquetipos, mandatos, es decir, el deseo del otro. Todos esos paradigmas y mandatos pueden venir de distintos ámbitos: la familia, el trabajo, la sociedad, la cultura. En este encuentro nos enfocaremos a analizar los conflictos que se derivan bajo los argumentos arquetípicos de la familia.
Todas las familias presentan secretos, nudos y conflictos no resueltos que son transmitidos de generación en generación. Nosotros venimos a esta vida para integrar todos esos elementos, para probarnos frente a ellos, de manera que a través de los mismos logremos la liberación. Venimos a romper con todos los arquetipos y mandatos familiares, a crear nuestra propia realidad. Venimos a esta vida para remontar todo ese mar externo a nosotros de forma de llegar a nuestro lago interior y morar allí.
Ahora bien, de todas las relaciones familiares, las que tienen una carga psíquica más pesada son aquellas que nos vinculan a nuestros padres. ¿Por qué? Pues simplemente porque venimos desde el deseo de ellos, desde el deseo de nuestros padres. Si bien podemos considerar que somos nosotros quienes como espíritus elegimos a nuestros padres a la hora de encarnar, aún así, llegamos desde el deseo de ellos. Esa es la razón por la cual la relación con los padres tiene una carga emocional, una carga psíquica tan fuerte. Llegamos a esta vida siendo el deseo de otro. Ese es el principal argumento del que debemos salir en la vida.
Desde la figura de los padres bajan mandatos hacia los hijos. Muchas veces, todas las frustraciones que los padres tuvieron en sus vidas, las cosas que no lograron, las depositan inconscientemente en sus hijos. De esta forma, los hijos se vuelven objetos del deseo de los padres. Incluso, todo lo no resuelto por los padres, vuelve a los hijos en algún momento de sus vidas. Todo vuelve. Como decía Nietzsche, es la ley del eterno retorno. Y son los hijos los que deben dar respuesta desde sí mismos. Se vuelve a pasar por lo mismo para dar respuesta propia, para no paralizarse en esa circunstancia, para no quedar estancado en eso. Por eso decimos que venimos a esta vida para dar respuesta a esos conflictos, para forjar y templar la espada de nuestro Espíritu con esas circunstancias que nos toca vivir.
Habíamos visto en un encuentro anterior que los dos grandes complejos que transita el sujeto en su vida psíquica son los complejos materno y paterno (es decir, el complejo de Edipo y el complejo de Electra). Ese vínculo emocional con nuestros padres se genera desde el momento en que nacemos.
Desde el punto de vista psicológico, la figura del padre oscila entre un padre autoritario y un padre ausente. Por su parte, la figura de la madre oscila entre una madre sobreprotectora y una madre abandónica. En cualquiera de los extremos se pueden crear nudos emocionales en los hijos.
Por ejemplo, el caso de la madre sobreprotectora es el caso de la llamada madre del dolor. Es aquella madre que bajo el supuesto del cuidado no permite que su hijo salga de su círculo de influencia. Algunas frases típicas de esta madre son: no te vayas lejos que me preocupo, no me des un disgusto, abrigate, volvé a casa y todas las que se les ocurra. Si bien es natural y saludable que haya un cuidado y una protección hacia el hijo, cuando ese comportamiento se va al extremo, el hijo queda sofocado y resulta atado al deseo de la madre, es decir, se vuelve el objeto de su deseo.
Analicemos ahora el caso de un padre autoritario. Supongamos que lo pone al hijo a manejar las cuestiones del deseo de él mismo, es decir se pone al hijo a manejar las cuestiones del deseo del padre. Le da órdenes al hijo. La pregunta que nos hacemos es: ¿el hijo es feliz? No, claramente no lo es. El hijo padece todo lo que hace, aún estando en el mejor lugar, ya que el deseo del hijo está invalidado. Y lo más peligroso es que estas órdenes aún se pueden dar con el padre ya fallecido, donde es entonces un fantasma quien le dice al hijo lo que debe hacer (como en el caso de Hamlet). Y en general, por cobardía, el hijo queda a mitad de camino, entre el deseo propio y el deseo del padre. Es un muerto viviente.
¿Te resultan conocidas estas situaciones? Seguro que sí, todos transitamos por ellas. El punto está en despertar e ir más allá del argumento de nuestra familia. El arquetipo familia, y cualquier arquetipo en general, siempre nos pide fidelidad, nos pide que seamos fieles. Ahora la pregunta que cabe hacerse es, ¿a qué hay que serle fiel? ¿A quién hay que serle fiel en la vida? La respuesta es a la ley, al arquetipo. Si la persona no está despierta, entonces el arquetipo familia le exprimirá hasta la última gota. No será más que un instrumento ciego, un mecanismo del arquetipo.
En cambio, si la persona está despierta, el individuo dará respuesta a todos los arquetipos. De esa manera, ante la pregunta de a quién hay que ser fiel en la vida, el individuo responderá de forma contundente: sólo hay que ser fiel a uno mismo, al Self como diría Jung. De esta forma estaremos dando respuesta a través de nuestro proceso de individuación.
Por supuesto, algo que hay que tener presente, es que cuando damos respuesta desde lo propio, se generan consecuencias, porque el otro, el afuera, nos va a tirar con todo para probarnos, para probar nuestra decisión. Ahí es cuando el mundo nos pondrá a prueba. Por eso no sólo debemos conocernos a nosotros mismos, sino que lo más importante, es que debemos probarnos en el mundo. Porque cuando damos respuesta desde nosotros mismos, deberemos sostener la espada del Espíritu para poder ir más allá de todo lo que viene del arquetipo familia y del afuera.
Mis queridos amigos, hasta aquí llegamos con la reflexión de hoy.
Hasta la próxima y gracias por escuchar.