Hola queridos amigos y amigas, bienvenidos a una nueva reflexión de Cápsulas de Sabiduría. Hoy hablaremos sobre lo que se conoce como “La Iniciación”.
Si te interesan los temas espirituales es muy probable que hayas escuchado alguna vez la palabra iniciado o iniciación. Es más, si alguna vez formaste parte de algún grupo de metafísica es casi seguro que hayas escuchado hablar sobre ello. Es típico en dichos grupos que para que el discípulo o estudiante vaya subiendo de nivel formativo se requiera de algún tipo de ceremonia o ritual. Y en general las mismas reciben el nombre de ceremonia o ritual de iniciación.
Pero entonces, ¿dé que se trata? ¿Qué es la iniciación?
Para decirlo en términos bien simples, la iniciación es crecer, es el crecimiento hacia una vida mayor, es ir hacia una vida mayor. Por supuesto, aquí hay que remarcar que esa vida hacia la que vamos es una vida propia, es una vida regida bajo nuestra propia ley, sin los mandatos de la cultura y del otro. Cuando tomamos la decisión de ser los constructores de nuestra propia realidad podemos decir que nos iniciamos, que pasamos por la iniciación.
Y repetimos lo que dijimos anteriormente: NOS iniciamos, es decir, somos nosotros quienes lo hacemos. No necesitamos de la palabra o la presencia de otra persona para que nos inicie. La decisión y el acto de iniciarnos es nuestra, es propia.
En este sentido, hay que tener mucho cuidado con los rituales pseudoiniciáticos muy de moda en esta época del New Age. ¿Y a qué nos referimos con rituales pseudoiniciáticos? Simple, cuando se necesita que el otro confirme nuestra iniciación. Es decir, cuando el otro nos tiene que dar una espada, una capa, o cualquier objeto para coronar la iniciación, cuando es el otro el que nos inicia.
En realidad, y lo volvemos a remarcar, la verdadera iniciación es PROPIA. Uno mismo es el que se unge para generar su propia realidad, es decir, uno mismo es quien porta la luz de la sabiduría, su propia luz. No necesita de la confirmación del otro, de una ceremonia o un ritual.
Aunque suene duro, quien necesita de la confirmación del otro, sigue sin hacerse cargo de su vida, necesita que mamá o papá le diga qué es lo que está bien o qué es lo que está mal, necesita que el otro le diga si es o no es. En el fondo, sigue inmerso en el complejo de Edipo o Electra, ya que en definitiva esa es la cuestión de fondo de ambos complejos, depender de la mirada del padre o la madre, y por lo tanto, depender de la mirada del otro.
Cuando lo que debemos hacer es ser dueños de nuestra propia realidad. Como hizo Cristo, el ungido por sí mismo (que eso es lo que significa su nombre: Cristo significa el ungido por sí mismo). Cristo no siguió ningún modelo, no siguió al otro, siguió su propio camino. Por eso, podríamos decir que sus seguidores, es decir, los cristianos, siguen inmersos en el complejo del padre o la madre, serían los hijos de papá (es decir, de Cristo) o los hijos de mamá (es decir, de la Virgen). No son individuos completos, ya que no construyen su propia realidad.
El estudiante o discípulo que sigue a un gurú siempre va a ser hijo o hija, siempre va a estar en ese rol, en ese arquetipo, cuando en realidad hay que ser maestro o maestra propia, es decir, polarizarse en la maestría.
Bien, por último, vamos a hablar de una característica que tiene la iniciación, y que es algo por lo que todos debemos transitar si vamos hacia una vida mayor. Y es que para iniciarnos debemos descender a nuestra parte más oscura, a nuestra sombra, o dicho de un modo más simbólico, a nuestro propio infierno.
Es una cita ineludible para el iniciado transitar por sus zonas más oscuras, sus propios monstruos y demonios. Ejemplo de esto puede verse en la literatura más reconocida, desde La Odisea de Homero a La Divina Comedia y Don Quijote de La Mancha. En todos los casos el protagonista de la epopeya debe realizar un descenso a la oscuridad más recóndita para luego emerger pleno, renovado, con una sensación de volver a nacer.
Es por eso que justamente a la iniciación también se la interpreta como un renacer del sujeto. Y para graficar esto que mencionamos vamos a citar la siguiente frase de Nietzsche: Para que un árbol llegue al cielo, sus raíces se deben hundir en el infierno. Claramente ahí vemos que para ir hacia una vida mayor, debemos transitar la oscuridad, y para ello, deberemos armarnos de la luz del Sí mismo, de la luz del Espíritu.
Estimado amigo, estimada amiga, espero que lo que sea verdad para ti, haya resonado en tu interior.
Gracias por escuchar y hasta el próximo encuentro.