Reflexión #009
El Sentido de la Vida – Una reflexión a partir de ideas de Viktor Frankl y Krishnamurti
Hola queridos amigos y amigas, bienvenidos a un nuevo encuentro de Cápsulas de Sabiduría. Hoy reflexionaremos sobre el sentido de la vida. Sin dudas, las dos cuestiones existenciales más profundas sobre las que podemos meditar son quienes somos y para qué estamos aquí. La primera de ellas, quienes somos, la hemos analizado en el encuentro anterior. Así que hoy, trataremos la segunda cuestión, la de para qué estamos aquí, para qué transitamos esta aventura a la que llamamos vida.
Vamos a comenzar citando al psicoterapeuta Viktor Frankl, quien desarrolló una terapia en torno al sentido o al significado denominada Logoterapia. En dicha terapia, el Dr. Frankl llegó a la conclusión que los sentidos o significados no se transmiten a través de las tradiciones porque, a diferencia de los valores, que son universales, los significados son únicos. Por lo tanto, el significado o sentido de la vida es algo de la persona, y su búsqueda algo personal. Es de nuestra responsabilidad buscar y encontrar ese sentido.
Lo volvemos a repetir: el hombre es el responsable de darle sentido a su vida. Somos nosotros quienes debemos contestar a las preguntas que la vida nos hace. Por lo tanto, la respuesta a la pregunta ¿cuál es el sentido de la vida? sólo puede darse desde el Ser total: la vida de cada uno es en sí misma la respuesta a la búsqueda de ese sentido.
Por su parte Krishnamurti, plantea que el propósito de la vida misma es vivir. Y remarca que la pregunta sobre el sentido de la vida la formulan los que no aman, dejando en evidencia entonces que el sentido mismo de la vida es amar. Es decir, podemos tomar al amar como sinónimo del vivir.
Ahora desde mi punto de vista, y como siempre aclaramos aquí, no es más que mi verdad, y por lo tanto no tiene porque ser la tuya; repito, desde mi punto de vista, el sentido de la vida es vivir, es decir ser, o en otras palabras, amar. Sin embargo, ese vivir, ese ser, ese amar debe venir desde lo propio. Ser nosotros mismos, de eso se trata.
Como vimos en la charla del dilema de ser o no ser, cuando seguimos los paradigmas o arquetipos del afuera, cuando seguimos el deseo del otro, en realidad no somos. Somos realmente cuando vamos desde el Sí mismo. Por eso debemos retirar la puesta de sentido en lo externo: cosas, circunstancias, relaciones, etc. Cuando la puesta de sentido está en lo externo, deviene el sufrimiento.
Dicho de otra manera, debemos retirar la puesta de sentido en la personalidad (es decir, el ego) y retirar la puesta de sentido en el alma (es decir, el registro del pasado) y poner ese sentido en el Espíritu. Allí debe estar puesto nuestro sentido, en el Espíritu, en el Sí mismo. Al fin y al cabo estamos en la vida para dar repuesta a lo que viene del otro. Y para ello, para dar respuesta, debemos ir desde lo propio. Por eso podemos hacer una lectura profunda, y decir que el sentido de la vida, en definitiva, consiste en encontrar al Sí mismo. Debemos ir al Sí mismo, retornar al Origen, permanecer en él. Con lo cual la puesta de sentido debe estar en nosotros no en el afuera.
Para terminar, vamos a plantear una analogía que puede ayudar a interpretar las ideas que estuvimos discutiendo. Nos podemos imaginar a la vida como si fuera un río, un mar, un torrente por el cual navegamos. Montados en nuestra embarcación, estamos con tres tripulantes, la personalidad, el alma y el Espíritu. Si nadie toma el timón, las aguas nos irán llevando por donde ellas quieren. O mejor dicho, las corrientes que generen las otras embarcaciones, las corrientes del otro, del afuera, harán que nuestra nave se dirija hacía donde la corriente vaya. Debemos tomar el timón para que el control de la nave lo tengamos nosotros y no la corriente.
Sin embargo, si el timón de la nave lo toman nuestra personalidad o nuestra alma, ambas se verán sujetadas a los paradigmas, arquetipos, mandatos y leyes que impongan el clima y las otras embarcaciones. Sería como navegar con el ancla echada, tendríamos la sensación que no estamos siendo llevados por la corriente pero en realidad estamos sujetados, encadenados al deseo de las otras embarcaciones o las inclemencias del clima. Para romper esas cadenas la única posibilidad es que el timón lo tome el Espíritu, el Sí mismo. Sólo de esa manera estaremos montados en nuestro propio barco. Sólo de esa manera seremos libres de navegar hacia donde nosotros deseamos. Sólo así, el viento que empuje la embarcación será el de nuestro propio deseo y estaremos más allá del clima y las otras embarcaciones. Ese es el sentido de la vida, enfocar nuestra personalidad y nuestra alma hacia el Espíritu, hacia el Sí mismo, para que sea él quien dirija nuestra nave. De esta forma, estaremos sostenidos desde el Amor.
Mis queridos amigos, hasta aquí llegamos con la reflexión de hoy.
Hasta la próxima y gracias por escuchar.
El sentido de la vida es vivir, es decir ser, o en otras palabras, amar. Sin embargo, ese vivir, ese ser, ese amar debe venir desde lo propio. Ser nosotros mismos, de eso se trata.
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