Hola queridos amigos y amigas, bienvenidos a un nuevo encuentro de Cápsulas de Sabiduría. Hoy hablaremos sobre el inconsciente, en particular, sobre el inconsciente personal y el inconsciente colectivo.
Sin dudas, los pensamientos de Nicolás Copérnico y Charles Darwin produjeron dos de las revoluciones científicas más importantes de la humanidad. Otra de estas revoluciones significativas, fue la que se produjo con la psicología del inconsciente, postulada por Sigmund Freud hacia fines del 1800. Dicho acontecimiento produjo una revolución en la imagen que el hombre tenía de su propia mente.
Según Freud, el inconsciente es un lugar psíquico desconocido para la conciencia, y por lo tanto, en él se dan procesos mentales de los cuales el sujeto no se percata, procesos psíquicos de los cuales la persona no se da cuenta. El inconsciente es capaz de afectar en forma autónoma a la conciencia y aún de interrumpirla.
De esta forma, en nuestra mente se pueden distinguir dos niveles bien definidos: uno de ellos referente a lo consciente, es decir, ese lugar de la mente donde están todos los contenidos conocidos por nosotros, y el otro nivel es el de lo inconsciente, es decir, aquel lugar de la mente que no registramos. Este nivel de lo inconsciente, a su vez, se puede dividir en dos partes: el preconsciente y el inconsciente propiamente dicho.
En el primero de ellos, el preconsciente, se encuentran los contenidos no conocidos pero de fácil acceso. Allí se encuentran las ideas y los recuerdos que son fáciles de rememorar, allí se dan todos los procesos mentales que pueden ser fácilmente vueltos conscientes. Por su parte, en el inconsciente propiamente dicho, se encuentran los contenidos desconocidos para nosotros. El mismo está compuesto por deseos, anhelos o impulsos de naturaleza principalmente sexual y a veces destructiva. Dichos procesos psíquicos están sometidos a la represión, a una barrera de censura.
De esta forma, hay cosas que son sencillas de rememorar, lo que se encuentra en el preconsciente; y otras, como ciertas fantasías, deseos, recuerdos penosos, existen pero sólo se pueden hacer conscientes luego de eliminar determinadas resistencias. En general, los contenidos del inconsciente salen a la luz a través de sueños, chistes, olvidos y actos fallidos.
A este inconsciente freudiano, Carl Gustav Jung lo denominó inconsciente personal; que como dijimos, básicamente es el lugar donde se encuentran los contenidos infantiles de carácter personal que fueron reprimidos con el tiempo. Sin embargo, además del inconsciente personal, Jung distinguió otro tipo de inconsciente al que denominó colectivo.
El inconsciente colectivo es una especie de sustrato común a los seres humanos de todos los tiempos y lugares del mundo; en él se encuentran todos los contenidos heredados de carácter colectivo. A dichos contenidos colectivos, Jung los denominó arquetipos. Los arquetipos son modalidades inconscientes de percepción, formas de concebir al mundo heredadas, innatas y a priori.
Dichas modalidades que regulan la percepción, están ligadas a los instintos. Los instintos son impulsos biológicos que, a partir de una necesidad, se traducen en acciones, por ejemplo, el instinto de las aves de construir el nido. Así como los instintos dan lugar a acciones, los arquetipos establecen cuál será nuestro modo de captación del mundo.
Ambos, los instintos y los arquetipos, son colectivos, en el sentido de que se refieren a contenidos universales heredados que están más allá de lo personal o individual; y ambos guardan correlación entre sí. Nuestra manera de captar una situación (es decir, el arquetipo) determina nuestro impulso a actuar. La captación inconsciente por el arquetipo da forma y dirección al instinto. Pero al mismo tiempo, nuestro impulso a actuar (es decir, el instinto) determina cómo captamos una situación (es decir, el arquetipo).
De esta forma, podemos decir que los arquetipos son ideas primordiales comunes a toda la humanidad. Por un lado, los arquetipos expresan los instintos en un sentido biológico, pero al mismo tiempo comprenden un lado espiritual. En ese caso, se expresan únicamente a través de imágenes simbólicas cargadas de emoción, denominadas imágenes arquetípicas. Por ejemplo, en todas las épocas y culturas, la humanidad imaginó estar en comunión con un Espíritu Sabio. Dicha idea, en general, se manifiesta bajo la imagen del viejo sabio, tan presente en diversos mitos y leyendas. Algunas de esas formulaciones podrían ser la del mago Merlín, Hermes Trismegisto o simplemente la figura de un ermitaño. Estas imágenes recurrentes del Espíritu cumplen el papel de una realidad inconsciente para la humanidad en su conjunto. Así pues, los arquetipos se nos revelan en imágenes. Como dijimos, se trata de ideas primordiales, pero no son principios abstractos, sino entidades numinosas, cargadas con un sentido de lo sagrado.
Lo que nos tiene que quedar en claro es que todo lo que está en el inconsciente colectivo, pertenece a lo general, no al individuo. Por lo tanto, en el proceso de individuación, en el camino hacía el Sí mismo, debemos franquear tanto el inconsciente personal como el inconsciente colectivo.
En el inconsciente personal se encuentra todo lo relacionado con nuestra familia, nuestro pasado (lo que podríamos ver como los designios de nuestro linaje). Por su parte, en el inconsciente colectivo se encuentra todo lo psíquico relacionado con el mundo al que se pertenece, es decir, los mandatos y paradigmas de nuestra cultura (sería algo así como la psicoregión donde estamos).
Algo para destacar es que el inconsciente colectivo está por arriba del inconsciente personal. Como habíamos visto anteriormente, en nuestra personalidad y en nuestra alma se encuentran los registros de nuestras vidas, la presente en la personalidad y las anteriores en el alma. Por eso, cuando nos polarizamos en la personalidad o el alma, los argumentos y arquetipos nos llevan puesto, ya que el inconsciente colectivo está por encima de la personalidad y el alma; los arquetipos y paradigmas están por arriba de nuestra psique, de nuestro inconsciente personal.
Por eso, en la individuación se deben atravesar ambos inconscientes, el personal y el colectivo, por un lado, romper con la tracción de nuestro pasado, y por el otro, romper con la tracción de las fuerzas arquetípicas. Sólo así podremos salir del sistema y quedar a las puertas del Sí mismo. Sólo así podremos ser verdaderamente libres.
Bien, hasta aquí llegamos con la reflexión de hoy.
Gracias por escuchar y hasta el próximo encuentro.