Hola queridos amigos, bienvenidos a un nuevo encuentro de Cápsulas de Sabiduría. Hoy reflexionaremos sobre un cuento que se me ocurrió a partir de la historia de Aladino de Las Mil y Una Noches.
Pues bien, el cuento dice así: Supongamos que en algún momento de nuestra vida nos encontramos con una lámpara mágica, que al frotarla libera un genio que nos concede tres deseos, pero con la única condición que los mismos serán concedidos a lo largo del tiempo. El genio nos da su palabra, y nos dice que en ese momento sólo nos concederá un deseo pero que luego irá apareciendo a lo largo de nuestra vida para concedernos los dos deseos restantes. Por ahora, sólo debemos pedir el primero. ¿Qué pediríamos? ¿Qué deseo se nos viene a la mente?
Bien, no importa la respuesta que tengamos, la idea es reflexionar sobre la situación. Supongamos entonces que lo pensamos bien, lo meditamos y finalmente pedimos nuestro primer deseo. No importa cuál sea, el hecho es que lo pedimos y nos es concedido.
Ahora sigamos suponiendo y pensemos que veinte años después de ese encuentro, tal como nos había prometido, el genio se nos vuelve a aparecer para darnos el segundo deseo. Lo pensamos nuevamente y se lo decimos al genio. Nuestro segundo deseo nos es concedido.
Pasan los años y veinte años después, se nos aparece el genio para concedernos el tercer y último deseo. Como sabemos que es el último, seguramente lo habremos meditamos con mucho cuidado. Ya sabemos que pedirle, nos sentimos con la confianza y seguridad suficientes para saber que estamos pidiendo lo correcto. Así lo hacemos y el último deseo finalmente nos es concedido.
Luego de eso, el genio se nos queda mirando, y con un aire de desconcierto, nos dice que ahora es él quien desea algo, desea hacernos una pregunta. Nosotros aceptamos y lo escuchamos. El genio nos dice: hay algo que no entiendo, ¿si tienes la oportunidad de pedir uno, dos, tres, o la cantidad que quieras de deseos, no pedirías siempre lo más importante en el primero? Nos quedamos reflexionando, y finalmente respondemos que sí, seguramente lo más razonable sería pedir lo más importante primero.
Entonces el genio continua: y de ser así, si lo más importante en tu vida fuera concebido en el primer deseo, ¿serían necesarios los siguientes? Nos quedamos por un momento mirándolo, y le respondemos: pues no, si lo más importante ya lo tenemos, el resto de los deseos no serían necesarios.
Por último, el genio nos dice: si es así como piensas, ¿por qué has pedido tres deseos distintos? ¿Acaso lo más importante para ti fue cambiando en el tiempo? Entonces, cuando estábamos a punto de articular una respuesta, el genio nos agradece por haberlo escuchado y desaparece.
Bien, ¿sobre qué podemos reflexionar con este cuento, con esta situación? Primero, que si nuestro deseo va cambiando con el tiempo, evidentemente vamos a pedir cosas que nos sean funcionales en ese momento particular, que sean provechosas en esa época específica. Si es así, nuestro deseo estará vinculado con el afuera, con los argumentos del momento. Si los deseos que pidamos van a depender del tiempo en el que estemos, entonces serán deseos que están atados a los arquetipos de turno. Por lo tanto, esos deseos no serán propios.
En cambio, si fuéramos fieles a nosotros mismos, y siempre formuláramos el mismo deseo querría decir que lo que pedimos no está atrapado arquetípicamente en la época, el deseo entonces sería propio, sería un deseo que está más allá del momento o el tiempo en que nos sea concedido. Por lo tanto, sería algo que se podría pedir en cualquier momento de la vida, en cualquier vida y en cualquier circunstancia.
Entonces, fíjense como cambiaría la situación si en un primer momento consideráramos al genio como si fuera nuestro propio Espíritu, el Sí mismo. En ese caso, el deseo más importante sería la liberación, que no es más que el deseo propio por excelencia. Estaríamos liberando al genio de la lámpara. Estaríamos liberando al Espíritu. Sería, entonces, nuestro primer y último deseo. Estaríamos logrando la libertad de la que hablaba Krishnamurti; la libertad primera y última.
Sin dudas, para reflexionar, ¿no? Qué importante es tener un norte, una dirección en nuestra vida, un deseo rector. De esa forma dejaríamos de estar en el péndulo del tiempo que nos lleva de un deseo distinto a otro.
Entonces, mi querido amigo, mi querida amiga, si se te apareciera un genio, ¿qué le pedirías?
Hasta aquí llegamos con la reflexión de hoy.
Hasta la próxima y gracias por escuchar.