Hola queridos amigos y amigas, bienvenidos a otra reflexión de Cápsulas de Sabiduría. Hoy hablaremos sobre lo que para mí es el gran dilema de la vida. Tal cual lo postuló el genial William Shakespeare en su obra Hamlet: Ser o no ser, esa es la cuestión.
Si analizamos con atención los mensajes que nos envía el sistema, ya sea de forma implícita o explícita, veremos que siempre se baja el mismo mensaje: que para ser alguien en la vida debemos lograr algo, consumir un producto específico o comportarnos de una determinada manera. Sólo así seremos alguien, seremos reconocidos por los demás y alcanzaremos la felicidad.
Pensemos un poco sobre los distintos mensajes que recibimos, desde los medios de comunicación, las revistas y la televisión, nos bombardean con el ideal que debemos alcanzar. Por decirlo de alguna manera graciosa, podríamos decir que todo se resume a tener una casa, un auto, una familia y podríamos agregar al perro o al gato. Todo eso acompañado, por supuesto, de un buen pasar económico. Esa figura es la imagen de una persona exitosa. Así la persona será reconocida por sus semejantes, y por lo tanto, será alguien en la vida.
Sin embargo, si entramos en esa rueda que nos vende la sociedad, al poco tiempo nos daremos cuenta que siempre hay algo más que podemos lograr, siempre hay algo más que podemos tener, siempre hay algo más que podemos hacer para superarnos. Es decir, constantemente hay algo nuevo sobre lo cual debemos poner el foco.
Y así la rueda gira, gira y no deja de girar. Cómo si fuéramos un hámster corriendo en la rueda de su jaula, nos movemos tratando de alcanzar los objetivos y las metas de turno. Pero el sistema siempre nos mueve la zanahoria. Siempre nos falta algo para alcanzarla. Siempre nos falta algo para llegar a ser.
Y el sistema, bajo sus paradigmas y arquetipos, es un especialista en decirnos exactamente qué es lo que nos falta. Debemos ser más lindos, más jóvenes, más inteligentes, más ambiciosos. Porque si no lo hacemos, si no vamos por más, no somos, no existimos. Y ahí, como vimos anteriormente, radica la raíz del miedo. Como siempre nos falta algo para ser, para estar completos, el temor nos inunda. El temor de no llegar a ser.
Entonces, renovados de energía, nos abocamos con total decisión a seguir los mandatos del otro, los mandatos del afuera, los cuales, si los cumplimos, nos garantizan ser alguien en la vida. Y así vamos tomando los distintos roles que nos impone la sociedad. Como vimos en la reflexión de Rostros y Máscaras, vamos interpretando los distintos papeles de la vida, nos van etiquetando con los distintos roles que tomamos y con las distintas actividades que hacemos.
Y así nos vamos moviendo como un péndulo, oscilando, entre el ser y el no ser, entre el ser uno mismo y el ser con etiqueta, entre ser dueños de nuestros propios deseos o ser el deseo del otro, entre ser un sujeto y ser un objeto. Y la vida se nos pasa en ese dilema. Cuando todo lo que debemos hacer es tomar conciencia y ser nosotros mismos. Dejar de oscilar entre los dos extremos, y ser fieles a nosotros mismos, de manera de permanecer, de reposar en las aguas del Espíritu. Sólo así seremos individuos plenos e independientes, sin etiquetas del otro, sin caer en los arquetipos del afuera.
Tomando conciencia que no nos falta nada para llegar a ser disolveremos el temor, el miedo. De ese modo, cuando nos arremeta el dilema del ser o no ser, nos podremos erigir desde nuestro interior y afirmar con todas las fuerzas: ser, ser desde el Sí mismo.
Gracias por escuchar y hasta la próxima.