Hola queridos amigos, bienvenidos a un nuevo encuentro de Cápsulas de Sabiduría. En el día de hoy hablaremos sobre el fenómeno del chamanismo.
En general, se suele definir al chamanismo como un conjunto de prácticas y creencias relacionadas con el animismo, es decir, con la idea de que cualquier elemento del mundo está dotado de conciencia propia, una creencia que le atribuye espiritualidad a entidades naturales como las montañas, los ríos y los árboles. Como vimos anteriormente en el análisis que se hizo sobre la conciencia, esa idea podría no ser tan alocada como parece. De esta forma, el chamán, sería la persona que tiene la capacidad de mediar entre el mundo estrictamente humano y el mundo espiritual.
Esa capacidad de relacionarse con el mundo espiritual le daría al chaman la posibilidad de diagnosticar y curar diversas enfermedades, ya que podría ver el nudo sutil, la causa de fondo que produce el sufrimiento en la persona. Si bien al chamán también se le atribuyen otras capacidades como la de controlar los elementos de la Naturaleza, controlar el tiempo, interpretar los sueños y realizar profecías y adivinaciones, la capacidad preponderante sería la de sanación. Es por eso que el término chamán se suele utilizar para designar a cualquier persona que pueda sanar o curar a otros, y por ello, el chamán suele caer bajo las etiquetas de hombre-medicina, curandero, mago o hechicero.
Sin embargo, para evitar una definición tan confusa, definiremos al chamanismo como el conjunto de creencias y prácticas que realiza el chamán, siendo éste la persona que tiene la capacidad de comunicarse con los muertos y los espíritus de la Naturaleza, sin convertirse por ello en un instrumento suyo. Es decir, puede relacionarse con los espíritus sin ser poseído por ellos. Se podría decir entonces que los chamanes son los expertos para realizar la comunicación con el mundo espiritual.
Según el historiador de las religiones Mircea Eliade, en todas partes del mundo hay magia y hay magos, mientras que el chamanismo entraña una especialidad mágica particular que le permite por ejemplo dominar el fuego. Por eso, aunque el chamán sea, entre otras cosas, un mago, un mago no necesariamente es un chamán. Lo mismo sucede respecto a las curaciones chamánicas, cualquiera que maneje la medicina puede ser curandero, pero el chamán utiliza un método de su exclusiva pertenencia. Y respecto al éxtasis, el chamán es el especialista de un trance durante el cual su alma se cree que abandona el cuerpo para emprender viajes a los mundos superiores e inferiores. Por eso, para Mircea Eliade, otra forma de definir al chamanismo es la de pensarlo como la técnica del éxtasis.
El chamanismo está difundido en todo el mundo desde épocas remotas; chamán es un término que se utiliza en varias culturas, por eso se puede hablar de un chamán lapón, un chamán mexicano o un chamán andino. En general, el otorgamiento de los poderes chamánicos se realiza por transmisión hereditaria o por lo que se conoce como vocación espontánea, es decir, por el llamado o elección de los dioses. Cualquiera sea el caso, un chamán no es reconocido como tal, sino después de haber recibido una doble instrucción: primero de orden extático, a través de los sueños y trances, y segundo, de orden tradicional mediante el estudio de técnicas chamánicas, mitología, lenguaje secreto, etc.
Sólo esta doble iniciación es la que convierte a la persona como un chamán reconocido por la sociedad. De esta forma, se evita que cualquier persona, en su sano juicio o no, se autoproclame chamán. Esta es la razón por la que en algunas culturas, para evitar que cualquier loco auspicie de sabio, el estado de trance, ese éxtasis al que llega el chamán, ese estado de catalepsia, debe ser conseguido exclusivamente por su propia voluntad. Sin embargo, en algunas sociedades se permite llegar al estado de trance con la ayuda de narcóticos. Esto último es lo que genera discusión entre los estudiosos del tema sobre hasta qué punto las visiones que se pueden tener son reales o sólo se tratan de alucinaciones mentales.
Volviendo a la definición básica, un chamán es una persona que mantiene relaciones concretas, inmediatas, con el mundo de los dioses y de los espíritus: los ve cara a cara, les habla, les pide, les implora. Esta capacidad de relacionarse con el mundo de los espíritus, hace que muchas personas distingan dos tipos de chamanes: los chamanes blancos y los chamanes negros. La diferencia viene dada en si la relación del chamán se da con “buenos espíritus” o “malos espíritus”. Ya sea un caso u otro, en el momento en que el alma del chamán abandona su cuerpo y viaja al mundo espiritual, el peligro de extraviarse en esas regiones es grande; por eso el chamán sería la única persona que puede afrontar ese peligro y aventurarse en ese mundo místico.
Como dijimos anteriormente, de todas las funciones que realiza el chamán, la más importante es la de la curación, ya sea bajo la forma tradicional o mágica. En la forma tradicional, el chamán se sirve de las virtudes medicinales de las plantas y de los animales, utiliza el masaje, etc. Pero como a su juicio la mayoría de las enfermedades tienen una causa de índole espiritual, se ve obligado a recurrir a la curación mágica o chamánica.
Por eso, en las culturas iniciáticas, el chamán cumplía las funciones de lo que es nuestro médico actual, y por eso se lo llamaba el hombre-medicina. Lo llamaban así ya que él mismo era la medicina, era una persona con una sabiduría tal que incluía las funciones de médico, alquimista, mago y astrólogo, que en definitiva son todas las ciencias sagradas de la tradición. La alquimia te dice el qué administrar, qué elementos y en qué proporción. La magia te dice el cómo, cómo administrar esos elementos previamente alquimizados. Y finalmente la astrología te dice el cuándo, es decir, en qué momento se deben administrar esos elementos.
Como vemos, el chamanismo es una disciplina que encierra conocimientos místicos y ancestrales. Sólo un individuo completo y absoluto puede llegar a ellos.
Bien, para terminar les recomiendo escuchar el tema Chamán del grupo mexicano Maná.
Gracias por escuchar y hasta el próximo encuentro.