Hola queridos amigos, bienvenidos a un nuevo encuentro de Cápsulas de Sabiduría. En el día de hoy analizaremos dos obras de Platón que son un canto al Sí mismo. Se trata de los diálogos socráticos Apología de Sócrates y Critón.
A modo de introducción diremos que Platón fue discípulo de Sócrates y gracias a él tenemos registro escrito de las palabras y pensamientos de Sócrates. Las dos obras que analizaremos son un fiel registro de ello.
Es muy probable que Sócrates haya sido uno de los filósofos que más orientado al Espíritu estuvo. Toda su vida giró en torno al Sí mismo bajo un proceso de autorreflexión constante. Dicho esto comencemos nuestro análisis.
Apología de Sócrates trata del juicio que se llevó a cabo en contra de Sócrates bajo las acusaciones de corromper a los jóvenes y despreciar a los dioses. En la Apología, tenemos a través de la pluma de Platón, el discurso de defensa que emitió Sócrates ante el jurado ateniense.
Por su parte, en Critón tenemos registro del diálogo que tuvo Sócrates en prisión con uno de sus mejores amigos una vez que fue condenado a muerte.
En ambas obras queda manifestada, primero la convicción de Sócrates de haber hecho siempre lo correcto en su vida y segundo, la serenidad con que aceptó su condena hasta el día de su muerte.
Por supuesto, en la Apología, vemos un brillante discurso donde Sócrates responde a las acusaciones que ha recibido. Básicamente expone que las calumnias a las que ha sido objeto se deben en parte a la sabiduría que él poseía. Cuando su amigo Querefonte preguntó al oráculo de Delfos si había en el mundo algún hombre más sabio que Sócrates, el oráculo respondió que no. Cuando Sócrates supo de esta respuesta comenzó a reflexionar sobre lo quiso decir el oráculo cuando dijo que él era el más sabio de los hombres. Fue así como Sócrates comenzó a dialogar con los ciudadanos que se consideraban sabios en ese momento, y bajo un estricto examen se dio cuenta qué es lo que quiso decir el oráculo.
Su razonamiento era el siguiente: puede que ninguno sepa nada de lo bello ni de lo bueno, sin embargo, todos creen que saben algo. Por lo tanto, Sócrates debía ser algo más sabio pues al menos él no creía saber lo que no sabía (de ahí surge la famosa frase que se le adjudica de sólo sé que no sé nada). Así siguió su examen con políticos y artistas llegando siempre a la misma conclusión. Y esta es la razón que expone Sócrates de las calumnias recibidas: el hecho de decir la verdad y poner en evidencia la ignorancia de los que se decían ser sabios encendió la mecha de la envidia y terminó con las acusaciones mencionadas.
A pesar de su defensa, el jurado termina condenando culpable a Sócrates. Por lo tanto, ahora se debía fijar el castigo. Debía elegirse entre el propuesto por los acusadores, que en este caso era la pena de muerte, y el que pedía el acusado. En ese momento, como los acusadores habían pedido la pena de muerte y se lo había declarado culpable, el acusado sólo podía solicitar prisión perpetua, multa o destierro.
En este punto, de forma magistral, Sócrates debate cual es la pena que realmente merece. Vamos a leer ahora una parte de este debate que él se plantea. Dice así: “Teniendo por norma no hacer mal a nadie, estoy muy lejos de hacerme mal a mí mismo, confesando que merezco castigo y condenándome a una pena cualquiera. Condenarme yo, ¿por temor a qué? ¿Y a cuál de las tres condenas debería acatarme? ¿Elegiré las cadenas de la cárcel? ¿Qué necesidad tengo yo de vivir allí? ¡Una multa! ¿Me condenaré a eso, a una multa, y a estarme preso hasta pagarla? Pues esto es lo mismo que lo otro; porque no tengo dinero. ¿Me desterraré? Quizá sea ésa la pena que ustedes me infligirán”.
Finalmente Sócrates se condena a una multa que sus amigos presentes estaban dispuestos a pagar. Sin embargo, el jurado termina eligiendo la pena de muerte. Pese a esto, Sócrates se despide de los jueces diciendo que en todo momento del proceso la voz divina que lo acompaña, es decir, su Sí mismo, su Espíritu, no se ha opuesto a ninguna de sus acciones o palabras.
¿Y por qué eso es así? Porque a pesar de todas las apariencias, lo que le ocurre en definitiva es un bien. Hay que estar en un error cuando se mira a la muerte como un mal, y la prueba es lo sucedido durante el juicio, donde en ningún momento Sócrates se traicionó a Sí mismo. Y hasta aquí llega la Apología.
Finalmente, en Critón, tenemos el diálogo que mantiene Sócrates en prisión con su amigo Critón sobre la justicia y la injusticia. Critón le ofrece a Sócrates la posibilidad de escapar sobornando a los carceleros, pero Sócrates lo rechaza por considerar que va en contra de sus principios.
Mis queridos amigos, en ambas obras tenemos un claro ejemplo de lo que es ser fiel al Sí mismo. Ni la mismísima muerte hizo vacilar a Sócrates para dejar de ser el mismo en algún momento. Sin dudas, estamos en presencia de un individuo que rompió las cadenas de la época y salió triunfante incluso ante la muerte. Porque en definitiva, fue él mismo quién decidió cómo morir.
Bueno, hasta aquí llegamos con la reflexión de hoy.
Gracias por escuchar y hasta el próximo encuentro.